agosto 14, 2011

LOS GEMELOS DE MENGELE. El pueblo de los prodigios genéticos

                   Sería sólo un dato para el récord Guinness si no fuese por un detalle: Joseph Mengele, el "ángel de la muerte" nazi, estuvo aquí. En Cándido Godoi, un pueblo del sur del Brasil, el número de gemelos quintuplica la media mundial, lo que lo vincula sospechosamente con los experimentos genéticos del criminal alemán. Visitamos el pueblo sobre el que se cierne una atroz sospecha.

«Joseph Mengele pasó aquí muchas noches», dice Wilson Schwerner, mientras nos muestra una cama rodeada por una mosquitera azul. En las paredes, numerosas imágenes de Vírgenes y dos parejas de cisnes blancos. Camionero retirado, Wilson nos ha abierto las puertas de la casa de su tío, fallecido hace algunos años. Fue precisamente su tío quien, cuando en los 60 unos periodistas le enseñaron la foto de Mengele para preguntarle si lo conocía, respondió inmediatamente: «Claro, es Rudolph», uno de los muchos nombres por los que Mengele, el `ángel de la muerte´, el médico nazi que trabajó más que nadie para convertir en realidad la `solución final´ de Hitler, se hacía llamar en su fuga por Sudamérica.

Estamos en Cándido Godoi, un pueblo presidido por una pancarta a la entrada: «Bienvenidos a la ciudad de los gemelos». Hasta aquí, nada extraño. Brasil también quiere tener su rincón Guinness. En este pueblecito perdido del sur de Brasil, donde se vive sobre todo de la agricultura, hay realmente muchos gemelos. Entre 1960 y 1990, el porcentaje registrado fue del 20 por ciento o, lo que es lo mismo, un parto gemelar por cada cinco partos sobre un total de 6.000 habitantes, cuando la media mundial es de uno por cada 90. Casi todos, rubios de ojos azules. Nada demasiado raro tampoco hasta que un historiador argentino, Jorge Camarasa, decidió averiguar algo más al respecto. En ese momento, la alegría de ser récord Guinness se transformó en una sombra del horror. Una duda atroz. Porque lo que descubrió es que la historia de los gemelos de Cándido Godoi se cruza misteriosamente con la de ese señor que vivió allí entre la década de los 50 y la de los 60 bajo el nombre de Rudolph Weiss, o sea, Mengele.

Los archivos del centro Wiesenthal dicen de él que era un médico escrupuloso y maniaco, de maneras frías y elegantes, con una obsesión: mejorar la raza... a cualquier precio. De ahí los estudios al límite de lo humano en gemelos y enanos. Sobre todo en gemelos, su fijación. En los años que pasó en el campo de concentración de Auschwitz, entre 1943 y 1945, consiguió examinar a 3.000. Sobrevivieron solamente 200, y con taras físicas y psicológicas imborrables, a causa de las torturas a las que los sometió: trasplante de órganos, transfusiones, operaciones en carne viva...

Mengele llegó al sur de Brasil en 1952 tras una larga y rocambolesca fuga de Europa, vía Argentina y Paraguay. En Cándido Godoi los campesinos, generosos y campechanos, no sabían nada de campos de concentración ni mucho menos de las investigaciones eugenéticas; por eso, lo acogieron sin hacerle demasiadas preguntas. Tenían sólo un elemento en común con él, el origen. De hecho, el sur de Brasil fue durante mucho tiempo destino de la emigración alemana de finales del siglo XIX. Con esto le bastó a Mengele para proseguir con su loco proyecto, incluso después de que el nazismo se enterrara oficialmente con el proceso de Núremberg.

Foto: Gabriele Galimberti. La casa donde vivió Mengele durange su estancia en Cándido Godoi 

Llegar a Cándido Godoi es un viaje extenuante, 18 horas de autobús desde São Paulo y luego otro considerable trayecto en taxi porque no hay autobuses directos para llegar a este lugar que, precisamente por estar tan aislado, fue el lugar escogido por el `ángel de la muerte´ para establecerse.

En Cándido Godoi, todo es perversamente doble. Los gemelos, la estatua en la plaza principal, el logo con dos rostros de perfil impreso en toda la señalización vial, incluso el idioma. Se habla portugués, es verdad, pero en la vida cotidiana, entre ellos prefieren hablar en hunsriqueano, un dialecto teutónico de hace 200 años que se ha preservado.

Al poco de llegar nos hablan de la señora Schmitt. Todos la llamaban así, aunque nadie quiera revelar su verdadero nombre, comenzando por sus familiares, que quieren olvidarse de ella a toda costa. La señora Schmitt murió a los 70 años, hace más de 20. Su época coincide con la de la estancia de Mengele en el pueblo y también su historia. La foto que queda de ella en blanco y negro la muestra claramente: a pesar de que alguien haya intentado borrar la parte superior. La señora Schmitt nació con dos cabezas. «Con una hablaba; con la otra escuchaba», explica Celma, prima de la bicéfala, «con una estaba triste y con la otra, contenta». Y debe de haber sido así porque, por lo que parece, la señora Schmitt consiguió tener una vida normalísima, era modista e incluso se trasladó a otra ciudad mucho más grande, Curitiba, sin importarle la reacción de las personas. La señora Schmitt es el símbolo de la ambigüedad de este lugar en el que pesa el fantasma de lo antinatural.

De niños, Marcio y Mauricio Royer eran idénticos. Hoy tienen 26 años y lo son un poco menos. Marcio es obrero de la única gran fábrica del pueblo, la KF Filhos, que cuenta con un centenar de empleados para producir máquinas agrícolas para la siembra y la trilla de grano. Marcelo decidió ayudar a su padre en el campo. Según ellos, el gran número de gemelos de Cándido Godoi no se debe a los experimentos de Mengele, sino quizá a causas como el agua del lugar, rica en minerales, o al alto porcentaje de matrimonios consanguíneos entre las primeras familias de colonos que llegaron allí hace más de 150 años.
 
Jair, manos gruesas de campesino, cabello color paja y ojos azul cielo, es padre de Kitana y Tahuana, dos preciosas niñas rubias de cinco años. Orgulloso, suelta los números genéticos de su familia. «Retrocediendo tres generaciones, he contado 23 parejas de gemelos nacidos en la familia Lunkes, creo que somos la familia récord de Cándido Godoi.» Hace una pausa y precisa: «También los Grimm han tenido muchos gemelos, 15, pero nosotros más». En el podio de los multigemelares del pueblo están también los Neumann, con siete gemelos, sobre todo mujeres.

Estos datos no podían pasar inadvertidos para la comunidad científica internacional. Desde hace 15 años se formulan posibles hipótesis. Desde la presencia de ácido fólico en las fuentes de agua de la zona hasta la existencia de determinados minerales en el terreno. Nada está probado. Por eso, ahora, un equipo de la Universidad de Porto Alegre está intentando crear una base de datos genética para cerrar esta cuestión de una vez por todas.

Otra cuestión digna de estudio, y para la que todavía no hay respuesta, es cómo operaba Mengele. Que pudiera pasearse impune por Sudamérica durante 35 años es difícilmente explicable, pero sucedió. Murió en una playa brasileña en 1979, al parecer de un ataque cardiaco cuando pasaba un día de playa con una familia que lo acogía. Hay muchas conjeturas sobre su huida de Alemania, pero sus primeros pasos en América han sido reconstruidos con bastante precisión. Primero llegó a Paraguay como muchos otros oficiales nazis y luego fue a Argentina, donde, creyéndose libre de sospecha, usó su propio nombre e incluso viajó a Suiza a visitar a su hijo Rolf en 1956. En 1958 se casó en Uruguay con la mujer de su hermano Karl, que había fallecido. Siempre contó con el apoyo económico de su familia en Alemania, así que pudo montar un negocio: una tienda de juguetes. Luego fue socio de una empresa farmacéutica. Cuando fue advertido de que lo buscaban, escapó a Brasil, la época en la que pasó por Cándido Godoi, ya usando pseudónimos y escondiéndose.

¿Cómo actuaba Mengele cuando estuvo en la región? ¿Qué hacía, a qué se dedicaba? Aunque hay testigos todavía vivos, eran muy jóvenes y no son nada precisos en sus descripciones. Hay testimonios que aseguran que Mengele no viajaba nunca solo, sino con un grupo de personas, una especie de equipo médico que lo acompañaba y, en muchas ocasiones, lo precedía. ¿Quiénes eran esas personas? ¿Y por qué? En Cándido Godoi, nadie parece saber o poder responder. Algunos testimonios recogidos hablan de un «curandero» que ofrecía un té misterioso a la población local, especialmente a las mujeres embarazadas, además de un tratamiento para las heridas de cortes, muy comunes en las zonas agrícolas. Otros testimonios hablan de un vendedor ambulante que iba de reconocimiento para averiguar cuáles eran las familias «más arias» a las que luego visitaba `Rudolph´ en un coche oscuro. En muchos casos se han recogido testimonios de un misterioso dentista con un furgón ambulante con el que iba haciendo análisis de sangre y transfusiones. Las transfusiones son otro importante indicio para los que quieren reconstruir esta historia. Aún hoy en Cándido Godoi se practica la autohemotransfusión. «Mi vida mejoró sin lugar a dudas desde que comencé ese tratamiento», explica Pedro Postai, camionero de 65 años. «Fue una enfermera de aquí que, a escondidas de los médicos, me extraía todas las semanas 10 mililitros de sangre de ambos antebrazos para reinyectarlos después en el músculo del muslo.» Pedro no sabe que esta práctica la utilizaban los nazis e, inconsciente, bromea: «Quizá sea otro milagro de Mengele».

Pero uno de los testimonios más claros es el de Leonardo Boufler, que ahora tiene 85 años y conoció a Mengele en Cándido Godoi. Asegura que era veterinario y que, como tal, trató a sus vacas, a las que vacunó contra la tuberculosis, al igual que al resto del ganado del pueblo y los alrededores. Según él, el veterinario le aseguró que, además, la vacuna mejoraría la fertilidad de sus vacas. Y lo hizo. Hasta hoy, extrañamente, el número de partos gemelares en la vacas de la región es elevadísimo.

(Artículo escrito por Paolo Manzo, publicado en XLSemanal, Agosto 2010)

Cándido Godoi


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